Vivimos en una época en la que muchas series finalizadas están volviendo a la pequeña pantalla muchos años después de la emisión de su último episodio, como es el caso de Twin Peaks, Will y Grace, Prison Break o Las Chicas Gilmore.
Por diversas razones, ya sea la falta de disponibilidad
del reparto o falta de interés de la productora por producir nuevos episodios,
los encargados de algunas series finalizadas o canceladas con una amplía
comunidad fan deciden continuar en un formato distinto al televisivo que les da
una gran libertad creativa, el formato cómic.
Una de las continuaciones más populares es la de Buffy, cazavampiros, y es que, tras
finalizar en la 7ª temporada en el año 2003, la editorial Dark Horse continuó
la historia en forma de cómic, con la 11ª temporada lista para publicarse este
mismo mes de noviembre. Además, también publicaron y siguen publicando diversos
spin-offs, incluido una continuación del spin-off televisivo de Buffy, cazavampiros, Angel, que duró 5
temporadas en televisión y vio su 6ª temporada convertido en cómic.
La 8ª temporada, además, ha sido estrenada en versión “motion
cómic”, es decir, de cómic en movimiento. De esta manera, aquellos fans no
demasiado aficionados a la lectura pueden disfrutar de la nueva temporada de la
serie en versión animada.
Un caso particular son los cómics de Doctor Who. La serie estrenada por BBC en 1963 lleva más de 50 años en
antena y es la más longeva de la historia de la televisión.
Para entender como estos cómics pueden pertenecer a una
serie que todavía sigue en emisión, hay que explicar cómo la serie ha
conseguido mantenerse durante tanto tiempo en antena sin cambiar a su personaje
principal.
El protagonista de Doctor
Who es El Doctor, un Señor del Tiempo, raza alienígena con apariencia
humana que tiene la habilidad de viajar por el espacio-tiempo mediante una
máquina del tiempo llamada TARDIS (Time And Relative Dimensions In Space).
El Doctor, como los demás Señores del Tiempo, tiene la
habilidad de regenerarse cuando está herido. Al hacerlo, cambia totalmente su
rostro. Es así como la serie ha
conseguido mantenerse en emisión durante 54 años, con 12 actores (y a partir de
2018 una actriz) interpretando a un mismo personaje.
En los cómics, se muestran aventuras de estos Doctores
que no se han visto en televisión, y de esta forma, los lectores pueden ver a
varios Doctores juntos que sería imposible ver en televisión, ya que los primeros
actores que interpretaron a El Doctor han fallecido o están muy mayores.
Podrían ponerse muchos otros ejemplos, pero estos dos son
perfectos para explicar por qué la continuación en cómic de una serie me parece
bien, y porque me parece mal.
En el caso de Doctor
Who, el “rellenar huecos” en la vida de El Doctor en forma de cómic me
parece una muy buena idea, ya que proporciona a los más fans aventuras que
involucran personajes que nunca podrían encontrarse en la serie de televisión,
y todo esto sin afectar a la continuidad de la serie y sin obligar a aquellos
no aficionados a la lectura a comprar los cómics para poder seguir la trama
argumental de los episodios televisivos. De esta forma, la experiencia
transmedia es muy buena porque conviven a la vez cómic y serie, y el consumidor
puede elegir si disfrutar de Doctor Who
de una forma, otra, o las dos a la vez, y elija lo que elija sabrá que podrá
seguir en totalidad la trama argumental del medio escogido.
En el caso de Buffy,
cazavampiros, el hecho de que los cómics sean una continuación de la serie,
y que además este considerados canon por el propio creador, Joss Whedon, supone
una obligación para aquellos que desean saber cómo continúan las aventuras de
Buffy y compañía tanto de comprar esos tebeos como de leer.
Esto no es una forma de ampliar el universo de la serie
mediante el transmedia como si hace Doctor Who, sino una forma de continuar la
historia con un formato distinto al de origen.
Hay series que han continuado como película, como Entourage o Sexo en Nueva York, pero al fin de al cabo sigue siendo
audiovisual. El hecho de continuar en papel (y aquí incluyo la novela), aunque
creativamente da muchísima libertad, se siente como una traición al fan que
tantas y tantas horas ha invertido frente a la pantalla viendo a sus personajes
favoritos. Unos personajes que, al pasar al medio impreso para siempre, son
privados de su voz, de sus movimientos, y al fin de al cabo, de su vida.
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